Nubia Elizabeth López Torres
26 11 2022
Restaura tu ser, prende el fuego creador, semillas no plantadas para el estruendo de la guerra, pedregal para volver a la esencia del ser de la abuela por desgracia condenadas a cargar con el cabello, el rostro entrenado para el rojo de la vergüenza, nuestra selva profanada y arrasada por la mano criminal que hizo de nuestro cuerpo objeto lúdico.

Un estabón ancestral anidó y en la palabra creadora tuya se hizo sabiduría, se derrumbó otra roca y demostró que siempre hemos tenido voz y, sin importar que seguimos siendo perseguidas y acusadas, las palabras se hicieron torrente para desembocar en el trueno y en el relámpago de sus creaciones, que gestan la magia para leer desde la primera línea hasta el infinito de las interpretaciones.

Historias que me seducen a salir de la alcantarilla de la infravaloración y me empujan a la conciencia de las diversas opresiones y con la batalla de las palabras seguir la incansable lucha por la dignidad como personas. Leer la arcilla moldeada hecha arte por sus manos me llevó a la esencia de la mujer originaria para contemplar el óleo de las realidades donde no falta la mano que oprime y el hilado que se rompe por lo más débil para dejar aparecer al más frágil: al oprimido.

Que todos los vocablos que enmarque con su mágico pincel me sigan llevando a la mujer genuina de los bosques que libre y liberada interpreta sus melodías ante el cadáver del gamonal que silenciado permite la femenina palabra.

Odio la cocina por la aritmética de las recetas, amo la génesis de la literatura que permite ser artífices de universos posibles e imposibles. Por tanto, escribe con esa mano liberadora, pero escribe siempre, porque tienes muchos mundos por gestar.

Has conocido muchos creadores, sigue en continuo diálogo con ellos y recuerda el presagio de Alfonsina Storni: “Que mundos tengo dentro de mi alma que hace tiempo vengo pidiendo medios para volar. Mas no lo maté con armas, le di una muerte peor: ¡lo besé tan dulcemente que le partí el corazón!

Con mi más sentido aprecio y admiración,


Clara A. González Casas