29 de septiembre del 2022
para Andrés
Sobre palmeras, un poema hermético, esencialista, pero ninguno de los dos

Hay un hilo conductor que parece ser ejecutado por medio de la acción del caminar, existe una ruta de pensamientos que llegan tras habitar ciertas calles; el inicio pudo haber sido el parque de la independencia y sus grandes palmas de cera, quizá de ahí seguiste las huellas de las hojas, todo para encontrarte con las palmeras de la 57.

Al perseguir esos troncos ásperos y hojas puntiagudas, surgen temas con similares características, como despedidas, desamor e identidad. Ideas breves que parece no tener suficiente intensidad o fuerza en sus imágenes para acercar al espectador a algo en concreto. Es un mar de pensamientos fugaces que piden ser explorados a profundidad, o ser llevados a un límite; palabras que reclaman más justicia.
m a r m e s a b e s y m e l l a m a s
¿Cómo es el llamado del mar? ¿Turbulento? ¿A qué sabe?, ¿A tequila con limón? ¿Es un mar cálido o un mar helado que solo desea ser admirado? Esas palabras crean una imagen que interesa, y exige encontrar palabras que sirvan de bote para observar ese paisaje o, por el contrario, llevar al límite esa idea; que sea el ancla que ahogué a los lectores, que habitemos en la profundidad de mar, sin aliento, con vista cansada por la sal del mar, sin fuerza por la presión del agua.
Hace unos meses compré una palma.
No palmera, palma.
La sembré.
Explotó el trópico de sus hojas
y ahora llena
la sala de mi pequeño habitáculo.
¿Qué pasa si compras una palmera para tu apartamento? Que despliegue sus raíces por el piso, que se apropie del espacio, que el vecino reconozca a la palmera como residente y no decoración; o, que sea una palma domesticada, hija de gigantes que con sencillez deciden no dominar el planeta. Te propongo que elijas un objeto, el que prefieras, e intentes escribir varios escenarios para ese objeto, quizá en diversas épocas, o con conflictos incoherentes, pero desarrolla la imagen con intensidad.
De mi amigo emplumado, el desconocido que decidió ser algo más y lo que quedó en la sangre
Metafóricamente, comerse a un amigo suscita una serie de imágenes eróticas, un juego entre muchas emociones confusas, pero, en este caso, se escribe de forma literal, un tema que ha sido recurrente en fotografías, y otras narraciones; no obstante, el poema es encantador, de humor leve, es sobre la niñez y el amor de abuela contenido en un sancocho, un amor que solo se dirige a nietos y no entiende sobre amigos emplumados.

Es un instante de la memoria personal, permite sentirse identificado, quizá sería más rico poder contar el mismo momento, sin recorrer palabras que ya han sido habitadas; en “Cambio de profesión” el remate del carro de aromática que se hizo camilla, es una idea nueva, interesante, que le pertenece a la plaza y a la historia de aquel espacio. Es un rico ejercicio sobre transformar una imagen del paisaje cotidiano, en una invitación a repensar ese espacio, sin olvidar y con dignidad.

El final de ese poema, quizá es muy humano, colombiano, brusco; no creo que una camilla se haga camilla para recoger restos de muertos, quizá lo hizo para ayudar, intentar salvar o se sintió usada por manos atroces, quizá se arrepiente de profesión porque ayudaba o era más útil siendo carro de aromáticas. Quizá la misma profesión la hizo cómplice de crímenes, puede estar mortificada, ahora entiende lo valioso de servir aromáticas y tragos en esta tierra.
después de esta carta escribiré a mi amiga camilla a preguntarle sus
razones al escoger esa profesión
Todo esto me lleva a algo que se veía venir, al poema “No -negociable”, uno como creador de imágenes debe ser muy consciente de que pulsión le quiere entregar al otro, a esto me refiero a si deseamos que nazca la pulsión de vida o la pulsión de muerte. Colombia parece tener pregrado, maestría, especialización y doctorado sobre la pulsión de muerte; fue tan académico que olvidó su inteligencia emocional, se volvió irresponsable con el otro y consigo misma, su deseo de contar su realidad era tan fuerte, que se dispuso a hablar de violencia, pero la normalizó, parece que si no se menciona ese tema, no se autorreconoce como Colombia.
Un momento en el centro y de este acto creativo
Me he preguntado bastante si nuestro estilo de vida, mímica occidental, nos permite hacer haiku, ¿sabemos contemplar con quietud, sin afanes?, ¿existe el tiempo para esos instantes?

A veces digo que todo es posible, que se puede hacer de todo, pero tengo 24 años y solo he vivido entre afanes citadinos y el smog, no sé como contemplar sin pensar que doy papaya, a veces confió en el otro y mi etiquetan de ingenua; si comienzo hoy, en otros 24 años ya habré aprendido a como vivir lejos de esta forma rígida y cuadriculada, para ese entonces saldrán haikus con kigo.

O podemos habitar otro cuerpo, apropiarnos de la vida entera del otro y así observar el kigo entre mármol, muertos y flores plásticas.
Omaira Joya